Entrando a la carrera presidencial, asombra la falta de atención a la crisis de baja natalidad ratificada por el Censo 2025. Sorprende que ni el gobierno ni los candidatos aborden un problema cuyos efectos ya se sienten: familias que deciden tener hijos cargan casi sin ayuda, mientras la política pública insiste en “focalizar” apoyos solo en condiciones de extrema vulnerabilidad. Esto ignora que la baja natalidad no es un tema sectorial —no concierne solo a la mujer o al adulto mayor—, sino un desafío global que rebasa los límites de cualquier ministerio y exige voluntad de Estado.
El silencio revela una visión cortoplacista que prefiere eludir retos colectivos. Entretanto, Chile envejece, ve menguada su base laboral y enfrenta un porvenir más incierto. Persistir en la omisión política equivale a condenar el futuro de las próximas generaciones. Sería bueno saber qué harán frente a este desafío quienes aspiran a dirigir nuestro país.