El debate en torno a la festividad del Viernes Santo ha suscitado múltiples reflexiones. Los motivos son variados, abarcando aspectos políticos, económicos, sociales y religiosos, que se entrelazan de manera compleja.
Chile enfrenta desafíos estructurales muy importantes que requieren atención, pero es fundamental no confundir los síntomas con la enfermedad. Estas ideas son parte del libro "La dignidad del trabajo" (Ed. UC) que editamos los firmantes, en el que participaron autores del ámbito académico, gremial y social, rescatando el valor y las dimensiones del trabajo en la vida humana. Ahí se señala que el trabajo es, además, el medio de entrada a la vida adulta en la mayoría de las sociedades y un marcador de identidad, así como un espacio fecundo para la construcción de vínculos sociales.
El trabajo es una dimensión intrínseca del ser humano y, por lo tanto, posee una dignidad particular que trasciende su aspecto productivo. Reducirlo a un mero elemento técnico, es no comprender plenamente el problema. Cualquier sociedad que se considere moderna debe garantizar una sana presencia pública de lo sagrado, el correcto ejercicio de la libertad personal y una genuina noción del trabajo que permita un desarrollo equilibrado tanto a nivel personal como social.
Este feriado, en particular, tiene características especiales, debido a la centralidad de su celebración: la muerte de Cristo y es importante recordar que la fecha del Viernes Santo no es casual. Esta norma se estableció en el Concilio de Nicea -que este año cumple 1700 años-, y determina que el Domingo de Resurrección se celebra el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, tres días después del Viernes Santo. Así, los cristianos hemos estado celebrando el Viernes Santo en penitencia y oración durante 1700 años.
El trabajo debe estar al servicio del ser humano y no al revés. Defender el descanso en una fecha sagrada no es solo una cuestión religiosa; es una oportunidad para la meditación y el descanso, que
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